domingo, junio 16, 2013

ENRIQUE BERNARDO NÚÑEZ - JUICIOS SOBRE LA HISTORIA DE VENEZUELA


 
ENRIQUE BERNARDO NÚÑEZ
DISCURSO DE INCORPORACIÓN A LA
ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA

24 de junio de 1948


JUICIOS SOBRE LA HISTORIA DE VENEZUELA

ENTRE DOS GUERRAS APENAS HEMOS
VIVIDO UNA TREGUA

Es con fervorosa emoción que llegó a esta Casa del espíritu venezolano. Desde hace muchos años –desde mis comienzos en afanes periodísticos-, he sido huésped de su biblioteca y me acostumbré a ser de la Academia, sin pertenecer a ella, en medio de caros amigos, casi todos desaparecidos. Se libraban entonces los últimos combates de la primera guerra de este siglo. Ahora se amontonan sobre el mundo las ruinas de una cultura, de una civilización. Caen las hojas de un largo otoño. Tenemos ya la perspectiva necesaria para comprender que entre estas dos guerras apenas hemos vivido una tregua que parecerá breve a los historiadores de mañana.

LA HISTORIA APENAS RECOGE UNA PARTE
MÍNIMA DEL DOLOR HUMANO

Una tregua de inquietudes e incertidumbres en la cual ha transcurrido lo mejor de nuestra vida. El mundo abandona su vieja envoltura para adquirir formas nuevas. Estas metamorfosis, estas renovaciones, se hacen a costa de infinitos padecimientos, y la historia apenas si puede recoger una parte mínima de dolor humano. Mi antecesor, el doctor Diego Bautista Urbaneja, no llegó a tomar posesión del puesto a que fue llamado por sus talentos, sus méritos, hasta por su nombre mismo, íntimamente unido a los patrios anales. Tocábale suceder al doctor R. Villanueva Mata, hijo de Margarita, de aquella tierra de gente marinera, incorporado por resolución del Ministerio de Instrucción Pública de 1ero,  de julio de 1918.

UN PAÍS QUE AMA Y LUCHA POR SU LIBERTAD
Y QUEDA CUBIERTO DE RUINAS

Dedicose a la política y murió en Roma mientras desempeñaba una misión diplomática. Era su predecesor el doctor Manuel Fombona Palacio, poeta y hombre de Estado. En más de una ocasión llevó la pluma en defensa de los intereses de Venezuela. Su discurso de incorporación, “Los caracteres épicos en la guerra de la Independencia”, trata de la epopeya como género histórico. Se dirige a señalar con tales elementos las fuentes de un poema nacional. La poesía fuente de historia, o la historia fuente de poesía, como lo es Homero entra los griegos. En efecto, hay allí las fuentes de un poema eterno: el de un país que ama y lucha por su libertad y queda cubierto de ruinas. Por último, debo recordar al doctor Andrés A. Silva, del número de miembros fundadores, hijo también de Margarita, liberal, del partido que se ufanaba de haber conquistado en sus luchas derechos inherentes a la existencia de los pueblos.

LA PRENSA COMO MAESTRA DE LOS PUEBLOS
Y LA MEJOR FORJADORA DE HISTORIA

Yo, en cambio, vengo de las legiones de la prensa. Mis trabajos de historia tienen más bien carácter periodístico, informativos para los de mi generación. Sería, pues, del caso, hablar aquí del papel que ha desempeñado esta maestra de los pueblos. La prensa, si no abandona su misión, si no la mixtifica, es el más eficaz instrumento en la creación de un país.  Por lo mismo, la mejor forjadora de historia. Típicos ejemplos pueden hallarse en el Correo del Orinoco y la Gaceta de Caracas,  dirigida por José Domingo Díaz. El primero hace historia, la segunda se propone detenerla  o desconocerla. Pero el tema de este discurso es la historia de Venezuela, o mejor dicho, será un reportaje en torno de esa historial.

VIVIMOS UNA ÉPOCA DE GRANDES
IMPERIALISMOS

A nosotros toca asistir a la última etapa de lo que  fue  colonización española, en el umbral de otra edad, cuando otra raza, otras civilizaciones, vienen a establecerse en nuestro suelo. Una vez más el oleaje de la historia universal se hincha y azota nuestras costas. Vivimos una época de grandes imperialismos y nuestro país ha de librar una terrible batalla por su existencia. Nuestro espíritu ha de estar tenso como el arco de los habitantes primitivos. Por eso, estudiar historia no significa en modo alguno apartarse de la lucha en busca de temas para insustanciales declamaciones, sino acudir a ella armados de una razón poderosa. Es saturarse de la realidad que la ha inspirado y ha de inspirarla en el sucesivo.

UN PUEBLO SIN MEMORIA DEL PASADO
SUFRE YA UNA ESPECIE DE MUERTE

Y aunque se ha dicho –y así puede comprobarse en nuestros días- que la historia de nada sirve a los pueblos en sus  crisis, y es más necesaria a nuestro país  hacer historia que escribirla, no podemos renunciar a ella sin decir al mismo tiempo que nuestra existencia carece de fundamento, sin renunciar a una herencia moral y material. Un pueblo sin anales, sin memoria del pasado, sufre ya una especie de muerte. O  viene a ser como aquello tribu que sólo andaba por el agua para no dejar sus huellas.

A PESAR DE SUS MUCHOS CULTIVADORES
IGNORAMOS LA PROPIA HISTORIA

A pesar del número de sus cultivadores puede decirse que ignoramos la propia historia. No de otro modo se explica la carencia de sentido histórico en nuestra política territorial. Porciones de territorio, la más preciada herencia, han pasado con magnifica imprevisión a manos extraña. Las relaciones entre hombre y naturaleza han sido más desastrosas para esta última. Por carecer de una política fundada en la historia de nuestro país no es hoy que debía ser. Una nación es lo que son sus hechos, afirma Hegel en su Introducción a la filosofía de la Historia. [1]



LA HISTORIA ES PASIÓN DE ACTUALIDAD

Y ese territorio nos dice cuáles han de ser nuestros hechos. La inmensa variedad de los que pasan por el paisaje histórico en tan distintas épocas y latitudes, de tan diversos tipos y caracteres, nos ofrece la experiencia acumulada de la humanidad. Tal experiencia nos revela la identidad del alma humana. Tucídides escribe la guerra del Peloponeso, no sólo porque  la consideraba la más importante de cuantas habían ocurrido hasta entonces, sino porque deseaba dejar a los siglos futuros la moral sacada de los acontecimientos, convencido de que por la naturaleza de las cosas humanas, habrían de repetirse en forma más o menos semejante. [2]


Maquiavelo no estudia historia y no trae a su época los ejemplos de la antigüedad sino con el pensamiento puesto en la liberación de Italia. Así la historia es pasión de actualidad.
         
NO HABLAMOS DE HISTORIA ENTECA O AMAÑADA
DE HISTORIA AL DETAL

Cuando estudiamos historia comenzamos a comprender lo que propiamente significa la causa de Venezuela. Esas palabras que a menudo se escriben o leen con indiferencia, como si carecieran   de sentido. Lo tienen, sin embargo, y hoy como ayer es la causa única y verdadera de la historia nuestra. No en vano, al recorrer los caminos de Venezuela, a veces bajo el más humilde techo, se oyen palabras que son eco vivo de historia. No historia enteca o amañada, o cubierta de afeites, esas amaneradas exposiciones que suelen llamarse historia, historia escrita al detal, verdadera baratillo de historia, sino esa otra que brota con la sangre misma de las entrañas de un pueblo.

HAY UNA HISTORIA QUE ESTÁ POR ESCRIBIRSE

Y esta causa de Venezuela es la misma de América. En el siglo pasado solía decirse que nuestra historia no estaba escrita. Hay, en realidad, una historia no escrita, o que está por escribirse. Una historia inspirada en los grandes ríos, las llanuras y cordilleras, obra de un pueblo fuerte y numeroso. Una historia sin mentalidad colonial, aunque con ímpetu colonizador. En esa historia el Orinoco vendría a ser como el Nilo para los egipcios y Venezuela el don del río.

Tal vez hallaríamos entonces sus fuentes remotas y desconocidas. El mismo débil trazado de la colonización española que todavía mantiene sus ataduras sería apenas  un accidente entre nosotros y un pasado inmemorial. Al que escribe historia se le exige imparcialidad.

LA HISTORIA ESCRITA POR RAZAS DOMINADORAS SERÁ SIEMPRE DISTINTA A LA DE LOS PUEBLOS VENCIDOS Y OPRIMIDOS

Podrá serlo el que escribe de países, de hechos o épocas remotas, o de las facciones de su propia nación sin pertenecer a ninguna. No así cuando se considera la causa, el propio destino. La historia escrita por razas dominadoras será siempre distinta a la interpretación que puedan darle los pueblos vencidos u oprimidos. Hemos de ser parciales por nuestro país. Pero este propósito reclama al mismo tiempo la mayor veracidad.

La verdad, cuya madre es la historia, según Miguel de Cervantes, hace que siempre   estén de su parte la razón y la justicia. Para los economistas la historia sólo existe en cifras. Los pueblos tienen la fisonomía, el carácter de sus producciones. Para esta clase de historiadores Venezuela no será hoy sino un país productor de petróleo. Pero los pueblos tienen otras razones más allá de contingencias economistas. Tras esa historia económica o de los economistas puede hallarse la pasión de un pueblo por su libertad.



LA CONQUISTA NO CONCLUYE EN EL SIGLO XVII NI LA COLONIA EN LA INDEPENDENCIA

Tres son los períodos más definidos de la historia de Venezuela a partir de su descubrimiento por los europeos: Conquista, Colonización e Independencia, formas todas de un mismo proceso. Estas palabras son piedras mágicas con las cuales es posible abarcar  el pasado y el presente de  nuestro país. La Conquista no concluye en el siglo XVII. Ni la Colonia propiamente dicha finaliza en la Independencia. Fluye de todo esto una permanente actualidad. La historia contemporánea nos hace volver los ojos hacia la plenitud de estos términos. Conquista, Colonización e Independencia. Son tres etapas que se prolongan hasta nuestros días. Se diría que todo nuestro pasado fuese presente. No nos sería dado, sin desconocer la historia, o defraudarla, hablar de ellas como de un lejano pretérito.  Como si ya los hubiésemos sobrepasado. Por eso nos pagamos tanto del juicio que el historiador, el político o el periodista, merezca de ese pasado.

NO PODEMOS HABLAR DE LAS MISERIAS
DE AYER Y CALLAR LAS DE HOY

No nos sería dado hablar de la colonia española sin referirnos a otras colonizaciones posteriores. Hablar de las miserias de ayer y callar las de hoy. De la inversión de capitales coloniales será  preciso escribir voluminosos libros. Dos estilos o dos maneras en el fondo semejantes.

NO DIFIEREN MUCHO LA GUIPUZCOANA Y LAS
EMPRESAS PETROLERAS

En tal sentido la Real Compañía Guipuzcoana no difiere mucho de las compañías explotadoras del petróleo, por ejemplo. Extraen  la sustancia, la riqueza de la tierra. El manifiesto escrito por aquélla en octubre de 1749[3], después de la insurrección de Juan Francisco de León, para demostrar sus beneficios, abunda en razones semejantes a los que hoy empleaban las últimas. Hoy como ayer se levantan pueblos, se construyen caminos, se introducen cultivos. Se trata del bienestar de la Provincia. El impuesto pagado por la explotación sustituye en cierto modo al papel de intermediaria que desempeñaba la Compañía. Hay un contraste permanente entre la riqueza del suelo y la pobreza de sus habitantes.

En el siglo XVI el obispo Rodrigo de la Bastidas, al dar cuenta de oro sacado y de la pobreza de sus moradores, la considera castigo de Dios por las crueldades cometidas. El esquilmo de la tierra no les había producido ningún beneficio. Y cita el caso de Antón de Jaén, dueño de Cubagua de un tonel de perlas, a quien se vio pedir limosna en Santo Domingo [4] . Fue por lo común la suerte de estos saqueadores de la tierra. El año de 1779 el Cabildo de Caracas dirige al Rey una exposición para pedirle una vez más la gracia del comercio libre, ya concedida a Yucatán, Buenos Aires, Chile, Perú y Guatemala. En esa exposición se describe la riqueza y extensión de Provincia, en contraste con la miseria y abatimiento a que la había reducido la Compañía Guipuzcoana.

El país produce cuanto puede desearse para las necesidades de la vida y para mantener un comercio opulento, dicen los capitulares [5]. Cacao, tabaco, algodón, café, azúcar, ganados, pieles, añil en tan prodigiosa cantidad que en sólo cinco años de cultivo se han recogido 150.000 arrobas. Vainilla, zarcerilla, raíz de China, bálsamos, brasil y caoba, además de otras preciosas maderas, y grama silvestre que comparan por su belleza con la más fina de Nitesca. Cristales tersos y puros, y oro, plata, cobre, plomo, entre otros minerales. Los capitulares presentan al Rey el ejemplo de la isla inglesa de Barbados que con sólo veinticinco leguas de territorio contaba entonces cien mil habitantes y mantenía en su comercio seiscientos bajeles. Con pocas variaciones es el mismo lenguaje que hoy empleamos. El sistema inglés difiere bastante  del sistema español.

SÓLO RUINAS SEÑALAN EL PASO DE TODAS
LAS DOMINACIONES

El mismo Hegel intenta darnos la clave, cuando al tratar de las cosas de América, la del Norte y la del Sur, incluyendo en éstas a México, de los distintos modos de discurrir su historia, atribuye esta diferencia al hecho de que Norte América fue colonizada y Sur América conquistada. Sea lo que fuere, en esto de la Colonia es preciso establecer más de una distinción. La Colonia en el sentido de suelo explotado por lejanas metrópolis cambia  de formas, como cambia el mundo en torno nuestro. Tales colonizaciones dejan sus huellas, sus aluviones, sus ruinas. Sólo ruinas señalan el paso  de toda las dominaciones. La otra, la que puede llamarse doméstica, está siempre pronta a recobrar su imperio. Nuestra existencia nacional se desenvuelve en medio de esas dos fuerzas, una interna y otra externa. A veces estas dos fuerzas tratan de apoyarse una a otra. De ello es una muestra la secreta indicación  que en tiempos de  la Guerra Federal se hizo a Inglaterra para que se apoderase de toda la Guayana [6] .

Otras se hallan  en franca oposición. Tal es la Independencia. Resulta muy complejo este proceso. La Colonia es una lucha entre el espíritu feudal de la Conquista y la Corona absorbente y despótica. En su seno se libra al mismo tiempo otra no menos decisiva: la de ese espíritu feudal contra los siervos y las castas consideradas inferiores. Desde esta última se vislumbra ya la que ha de librarse en el siglo XIX. Al mismo tiempo otra describe círculos más vastos en torno de aquellos establecimientos. Tal es la que libran Inglaterra, Holanda y Francia contra España, de la cual sale a la postre la libertad de América. Los corsarios pueden saquear ciudades, apoderarse en el mar de las naves que conducen la riqueza de América, pero aseguran a los colonos privados  de comunicaciones frecuentes con la metrópolis, una vía de comercio. Puede decirse que durante el siglo XVI  es casi la única que existe[7].

A LA COLONIA HAY QUE ESTUDIARLA SIN AÑORANZAS

El corsario viene a ser un agente todavía remoto de la libertad. Es la señal en el horizonte de la lucha que entonces se libra sobre el mundo. No es difícil trazar la línea divisoria del momento en que esa lucha favorece la libertad y aquel en que sustituye a los dominadores anteriores. A la Colonia hay que estudiarla para mostrarla tal cual es, sin añoranzas, como una etapa de la formación de la nacionalidad, y para comprender y justificar, si todavía fuere preciso, el movimiento emancipador.

La mirada del hombre blanco cae sobre nuestro continente al mismo tiempo que en Europa se exhumaban estatuas y manuscritos de la antigüedad, y los cosmógrafos y navegantes trazaban nueva ruta oceánica. Las formas del mundo se dibujaban imperfectas en aquellos mapas de tierras ignotas. Aparecían entonces los primeros anuncios de la edad presente. En Italia, un hombre trataba de hallar el secreto o la ciencia del  vuelo. Aquel siglo de tan decisiva influencia en la liberación del espíritu humano, es para América el  comienzo de su esclavitud,  o de su lucha por la libertad. Cuando el inca Atahualpa señala sobre su cabeza el precio de su rescate, no hace sino invocar con su gesto a un libertador. El nombre de Venezuela es contemporáneo de aquella época.

EL PRIMER RASGO DE ESTA TIERRA ES LA
RESISTENCIA Y LA ESCLAVITUD DEL INDÍGENA

Las viviendas indígenas sobre las aguas de un lago recuerdan Venecia a los descubridores[8]. Pero luego este nombre  se aparta de su origen. Ya no recuerda más a Venecia. Es la tierra que va desde el Cabo de la Vela hasta Macarapana, o desde el Coquivacoa hasta el Paraguay o el Orinoco. Y esa tierra revela desde el primer momento carácter propio. Su primer rasgo es la resistencia y la esclavitud del indígena. Apenas descubierta, Carlos V urgido de dinero, hace merced de su conquista y población a los alemanes Enrique Ehinger y Jerónimo Sailer [9]. Por la tierra de Venezuela pasan los caballeros del Dorado y más tarde los que van en busca de la Libertad. Son dos grandes objetivos llamados por algunos mitos o espejismos.

Dos rutas que se entrecruzan y pueden hallarse bajo las capas de la historia nuestra. Al cabo de tres siglos se produce un movimiento a la inversa. En el primero se trata de sujetar la tierra a una  Corona  de allende el mar. En el segundo de conquistarla para la Libertad. Ambos son igualmente devastadores y sangrientos. Ambos guardan más de una sorprendente semejanza. Hasta los mismos episodios de uno parecen reproducirse en el otro.

En la batalla de los Omeguas, por ejemplo, 139 europeos luchan contra 15.000 indios. En la de las Queseras del Medio, 150 jinetes llaneros se enfrentan al ejército de Morillo. La férrea voluntad  de los liibertadores puede equipararse a la férrea voluntad de los conquistadores. Las expediciones del Dorado y las expediciones de la Libertad nos parecen igualmente fabulosas. No lo son, con todo, y de una vez lo quiero dejar sentado. El “mito” de la Libertad resulta mas humano. Bolívar en el Potosí encuentra que la libertad conquistada vale más que los tesoros hallados por sus plantas. En la lucha del hombre por su libertad el oro ha llevado  la mejor parte. Pero el oro tiene sus falacias. Todos los tesoros de América no sirvieron a España para subyugar a Europa. Tampoco sirvieron para detener su decadencia, y en nuestros días hemos visto grandes naciones hundirse bajo el peso de todas sus riquezas. En cambio, otras han resistido por su amor a la libertad.

EL DORADO Y LA LIBERTAD SON DOS MANERAS
DE CONCEBIR LA HISTORIA

Es indudable que los pueblos necesitan de una fuerza superior a la del oro. El Dorado y la Libertad son dos maneras de concebir la Historia. Tal vez ambas puedan identificarse. Tal vez la lucha que hoy se desarrolla sobre el planeta no tiene otro significado. La lucha entre el oro y el hombre. Entre el oro y la voluntad o el espíritu. De estos dos objetivos sale el orden de los conquistadores y el orden de los Libertadores en los que realmente puede dividirse este período de la historia de Venezuela. La ruta del Dorado nos pone en comunicación con el hombre primitivo. En su horizonte destella un mundo poético de inmenso valor humano.

EN AMÉRICA EL DERECHO SE FUNDA EN EL
DESPOJO DE UNA RAZA POR OTRA

De la Conquista se habla todavía con veneración. Ella trae lengua, costumbres, fe religiosa. Prodiga su sangre y sus tesoros para civilizar unas poblaciones bárbaras de este lado del mar. Tal es el sentido de la historia a que nos han acostumbrado, y todavía gran parte de los americanos se halla conforme en esto. Se quiere presentar la Conquista como fuente de bienes para el vencido. Los métodos de la Conquista parecen más bien los de una barbarie que se opone a otra. Una barbarie que dispone del arcabuz, del caballo y del perro de presa. El diálogo entre el “bárbaro” y el “civilizado” es un admirable y complejo drama. El “bárbaro” aparece lleno de buen sentido, armado de su razón, de su derecho ante el “civilizado”. A veces hace enmudecer a este que no tiene otra razón sino la de su fuerza.

En América, como tantas otras veces, el derecho se funda en el despojo de una raza por otra. No es preciso acudir a la “leyenda negra”, ni a los enciclopedistas a quienes tanto debe el pensamiento humano. Basta el testimonio de las reales cédulas, de los juicios de residencia, las cartas de gobernadores y obispos, las protestas de los frailes, los mismos reglamentos de la explotación de minas, el sistema de encomiendas y el cobro de los tributos. A Oviedo y Baños no se  podrá creer propagandista de la leyenda negra. Oviedo nos dice cómo Venezuela era uno de los países más densamente poblados [10].

LA CONQUISTA HACE EL EFECTO DE LA HOZ
EN UN CAMPO DE HENO

La Conquista hace el efecto de la hoz en un campo de heno. A los indios  hay que convertirlos. Toda la razón moral de la conquista es la de esa conversión, pero se les lleva caritativamente a las minas. Se les denomina “piezas” y como tales son herrados y vendidos. Se le sujeta a encomiendas, a fin de que sirvan al sustento de los nuevos dueños de la tierra. Muy difícil les era seguramente entender una doctrina que les ataba los cuerpos a fin de salvarles el alma. Los mismos encomenderos se niegan a explotarlos en las minas, no obstante el interés de los gobernadores en los quintos reales, por temor de que se les muriesen del todo. Por el contrario, protestan contra las leyes que los emancipan del “servicio personal” y alegan que así se volverán a su idolatría. Una emancipación irrisoria, puesto que el llamado “servicio personal”, suprimido al cabo de varia generaciones, será apenas un cambio de palabra o de esclavitud [11].

LAS MISIONES IMPRIMEN EN EL HOMBRE AMERICANO
LAS SEÑALES DE SU ESCLAVITUD

Al final de la Colonia apenas quedan indios en el territorio, aparte de las pequeñas comunidades que pagan tributo bajo el látigo del Corregidor, o los que se hallan sujetos a las Misiones. Este régimen imprime en el hombre americano las señales de su esclavitud. Será en lo sucesivo el hombre triste y degradado que nunca se resignó a trocar su libertad por los hábitos de la servidumbre. La Conquista quiere hacerlos algo menos que esclavos. No sólo los despoja de la tierra. Quiere también privarlos de su alma, de su pensamiento.

CON LA PÉRDIDA DE SU LIBERTAD LA INTELIGENCIA
DEL ABORIGEN SE EXTINGUE

Antes de la Conquista el aborigen daba nuestras de su capacidad. Lo dicen las civilizaciones del Perú y de México, legado venerable de una remota antigüedad. Con la pérdida de la libertad su inteligencia se extingue. En el ocaso del imperio un viajero teutón franquea las regiones secuestradas del resto del universo y sometidas a un régimen monástico. Humboldt refiere –aunque declara que no siente inclinación por tales historias-, la de la madre que da nombre a una piedra en medio de las aguas del Atabapo. La piedra de la madre o de la guahiba. La madre que separada de sus hijos por una de aquellas expediciones llamadas de conquista espiritual o conquista de almas, atraviesa distancias inmensa, cubiertas de selvas a fin de rescatarlos. Para castigar su intento la condenan a ser azotada con varas de manatí sobre aquella roca.   [12] . Piedra ésta realmente simbólica. La historia de Venezuela tiene ese mismo sentido de maternal heroísmo.    

EL CONQUISTADOR TRAE CONSIGO SU
CIVILIZACIÓN PARA VIVIR DENTRO DE ELLA

Al hablar de la civilización transplantada a esta tierra se oye decir a menudo “nos trajeron”, como si nosotros fuésemos en realidad aquellos indios o sus descendientes. El conquistador trae consigo su civilización para vivir dentro de ella en la tierra conquistada y a expensas de sus moradores. Trae sus leyes, su  casa, sus penates, su codicia, su intolerancia. Una civilización que se transplanta, pero que no llega a convencer a los naturales. Desaparecen, pero no son “civilizados”. En el resto de América vegeta la raza vencida, extraña siempre a esa civilización. Todavía hoy se  llama “racionales” -así lo leemos en nuestros diarios- a los que persiguen esos miserables restos de las antiguas naciones en las selvas de Maracaibo o del Orinoco. Los apologistas citan el caso de Garcilaso en prueba de los benéficos efectos de la civilización transplantada.

CONTRA EL HOMBRE GENUINAMIENTE AMERICANO
SE HA LEVANTADO LA MÁS TERRIBLE REQUISITORIA

El inca mestizo a quien disputan la verdad de su historia, el que escribió en la lengua de los vencedores el pasado de su raza. Los dominadores prohibieron sus libros después de la rebelión de Tupac Amaru. Nuestros indios no escribieron libros, pero igualmente vivieron prisioneros en su nostalgia. Contra el indio, contra el hombre genuinamente americano, se ha levantado la más terrible requisitoria. Era preciso hacerlo para justificar la  Conquista o desvanecer los escrúpulos del monarca, como lo hace Pedro Sarmiento de Gamboa en su historia de los Incas. O los fundadores de Caracas en el memorial enviado a la Corte   con el procurador Simón Bolívar.

NADA INDICA EN ELLOS UNA RAZA INFERIOR

No hay crimen o vicio que no se le haya imputado. Es un acusado a quien no se oye y por quien responden sus mismos acusadores. A juzgar por estos cargos, los hombres del otro lado del mar estaban exentos de manchas [13] . Los aborígenes dieron pruebas de grandeza  humana. Coraje, lealtad y sacrificio. Todo lo que más encarece la raza vencedora, todo lo que ennoblece al hombre, puede hallarse entre los vencidos. Nada indica en ellos los signos de una raza inferior.

El valor para defender el sueño nativo, el cumplimiento de las nobles leyes de la hospitalidad, el mismo desprendimiento por el oro, tan encarecido y contradicho por el cristiano o civilizado. Palabras que son verdaderos poemas pueden hallarse  en los restos de su lenguaje. Se hallaban repartidos en muchas naciones como los galos y germanos. Era el hombre antiguo, en fin, que divinizaba las cosas e interpretaba la naturaleza con imágenes o símbolos, destellos o revelaciones de su propio espíritu. Se dirá que de esa conquista se deriva nuestro ser. En la lengua de los conquistadores ha de expresarse nuestra raza americana.

SOMOS AMERICANOS AUNQUE HABLEMOS
LA LENGUA DE CASTILLA

Es una de las paradojas de nuestra historia. Pocas escenas tan llenas de significado como esa de Angostura, cuando el Libertador, al describir la situación de América, expresa en esa misma lengua que somos una “especie media” entre los conquistadores y  los verdaderos dueños de la tierra [14]  . Es ya nuestra lucha con la misma realidad histórica. A pesar de todo Bolívar es hombre americano. Trescientos años han impreso el carácter, una sensibilidad propia. Ya Platón decía que los ríos adquieren la naturaleza del terreno por donde corren. Somos americanos aunque hablemos la lengua de castilla.

DESDE NUESTRO PUNTO DE VISTA LA CONQUISTA ES UN HECHO FUNESTO

Hoy se trata por todos los medios de rehabilitar la Conquista. El escritor de hoy, sobre todo si es europeo puede considerarla del modo que le es peculiar, como un derecho de Europa sobre razas y pueblos que considera inferiores. Y desde su cómodo gabinete de trabajo hablar con desdén de los que escriben historia “desde sus cómodos gabinetes de trabajo”. Este es el punto de vista de las razas conquistadoras. Nosotros no. Desde nuestro punto de vista no podemos considerarla sino como un hecho funesto. El cristianismo en América pasa por esa prueba de sangre de la Conquista. Deja esa figura de indio en cruz, Cristo indio, sobre las cimas más altas de la historia americana. El dolor de esta raza es parte inseparable de nuestra herencia espiritual.

LA CONQUISTA AHOGÓ EN SU CUNA AL GENIO AMERICANO

Cuando en Europa se nos hace a los americanos de esta parte del continente el reproche de no haber dado aporte original a la cultura, olvidan que no podemos ser sino lo que ella hizo de nosotros. Los europeos después de haber explotado y humillado a esta parte del mundo que llamamos América, después de haberla envilecido, encuentran muy natural reprocharle su falta de capacidad creadora. No parece muy atinado contestar esa crítica con aspavientos de vanidad herida. Antes bien, conviene detenerse a meditarla para conocer su parte de verdad. América no dio lo que pudo o debía dar, porque fue agotada por los europeos. La Conquista fue funesta, porque ahogó en su cuna al genio americano.

Preferible es, pues, aceptar como más cierto el testimonio de los hombres de 1810. La historia nuestra estará siempre mejor considerada con la visión y el interés propio del hombre americano. Las imágenes o emblemas de que se valieron los independientes, las que adornaron por mucho tiempo sus impresos y estandartes, no son simple mercadería de abalorios ni romántica fraseología, como se oye decir a menudo. Tienen su explicación en razones más profundas. En esas corrientes misteriosas que se apoderan del hombre e inspiran su pensamiento. Los descendientes de los conquistadores o los criollos salían en busca del espíritu americano. Y esta parte de su aventura tiene hoy la mayor vigencia[15].

LOS RECIÉN LLEGADOS REPRODUCEN LA ORGANIZACIÓN DE LA PATRIA LEJANA

Los recién llegados reproducen la organización de la patria lejana. Con ellos vienen los Ayuntamientos. La Santa Hermandad, el Santo Oficio, La Real Hacienda. La vida se rige por las leyes de Castilla y por las leyes de India. El Rey por medio de su Consejo dirige la marcha de instituciones y costumbres. Niega o da su aprobación a los fondos propios de las ciudades. Reglamenta el número de buques que pueden venir. La parte que corresponde a los vecinos en la carga de los navíos. El precio de los fletes y el precio de los frutos. El permiso para la importación de africanos destinados a la agricultura. Hasta los asientos de los funcionarios en las iglesias están sometidos a la más minuciosos reglamentos. Hasta el luto y alegría de los vasallos. Si el Rey está de bodas o ha declarado la guerra. O necesita formar una armada, les exige donativos. Los vasallos aprietan la bolsa contra el pecho o gimen a veces bajo el peso de los tributos.

También los exige para construir fortalezas o perseguir a los corsarios, a los enemigos de Dios y del Rey, porque paternalmente advierte que las fortalezas son para la defensa de sus propios bienes y personas. También ha de ver si conviene o no el establecimiento de una escuela o de una cátedra, edificar un templo o un hospicio. Lo que se ha de ganar en una fiesta. El mundo que se traslada a estas Indias se ofrece de modo más patente en las páginas realistas de la literatura española que ceñido con el pomposo manto de la historia oficial. El mundo que cae bajo la mirada irónica y penetrante de Cervantes. El mundo de aquella España medieval descrita en Marcos de Obregón. El Lazarillo de Tormes y El Gran Tacaño, y más tarde en Gil Blas de Santillana.

Reconocerlo es de un hispanismo más auténtico. ¿Qué otra cosa es el Quijote sino la imagen del pueblo español arrastrado con palabra altisonantes y lisonjeras a la aventura de su amor? En los polvorientos documentos de aquellos siglos pueden hallarse las huellas de los mismos personajes. Aquel encomendero que tiene su piragua con tal arte dispuesta que puede sacar “piezas” ocultas para el mercado, y en breve ve despoblada su encomienda. Aquel escribano requerido por no anotar la declaración de un testigo, que dice: “Mejor es detallo que anotallo”. Aquel juez pesquisidor que cobra a los encomenderos hermosos ducados, o su valor en oro fino, por sentenciar a su favor, lo cual era justo. Aquellos funcionarios que encuentran el modo de burlar toda la ley que con tanto rigor quieren aplicar a los demás.

LOS BENEFICIOS DEL REGIMEN COLONIAL SE HACÍAN CON EL SUDOR Y EL TRABAJO DE LOS CRIOLLOS

Que reciben propinas y reclaman recompensas, sobre todo si se ha descubierto una conspiración o ahorcado un rebelde. Aquellos piojosos hidalgos de capa rota que ocultan bajo ella su sed de oro y su horror al trabajo. Su hambre de cielo y de tierra. Aquellos vasallos que comercian  clandestinamente con piratas herejes, saqueadores de iglesias. Aquellos tesoreros que comenten quiebras fraudulentas con los fondos de la bula de la Santa Cruzada. Aquellos clérigos, doctos en amor divino y humano, que practican en la tierra recién hallada la filosofía del Arcipreste. Bueno es recordar, cuando se habla de los beneficios del régimen colonial que éstos no se hacían con el oro y el sudor y el trabajo de los dominadores, sino con el de los criollos.

Los dominadores los acusaban de perezosos [16] , pero el trabajo era de los criollos. Las obras públicas se hacían con fondos municipales y las concesiones que el Rey hacía de ciertos impuestos. Entre la obligaciones de la Compañía Guipuzcoana estaba la del resguardo de costas. Una retribución a la Corona, a cambio de los privilegios recibidos. Pero este resguardo lo pagaban los propios cosecheros. La compañía hacía un recargo en sus fletes. Aquella compañía cuyo predominio define el Ayuntamiento de Caracas, como cincuenta años de esclavitud. El oro de los criollos iba al real erario o al “erario hidrópico” como decía Jovellanos al referirse a la época más oscura de la historia de España [17].

Venezuela comienza a imprimir su carácter a todas esas cosas venidas de España. La vida sabe burlar donosamente esa organización que pretende ser tan rígida. Los que abren los ojos ante el nuevo paisaje  comienzan a pensar de un modo distinto. Los intereses de la metrópoli no son los suyos propios, o son francamente opuestos. Los descendientes de los conquistadores llamarán a éstos “infelices mendigos” [18].

EL LLAMAMIENTO DE LA TIERRA A LA FIDELIDAD DE LOS HIJOS

Los señores del Cabildo se titularán a sí mismos “Padres de la Patria”[19]. El  reducto oligárquico del Ayuntamiento viene a ser el mismo de los intereses nacionales. Pero también otra razón fluye no fundada en intereses materiales, o en intereses de casta. Los del otro lado del mar comenzarán a parecer forasteros. Doña Paula de Ponte, perseguida por los jueces eclesiásticos, le reprocha a un clérigo encargado de perderla, por medio de una estratagema, su conducta. “Ellos, le dicen, son extraños, pero tú  has nacido aquí” [20] es decir, que ellos le hagan, no importa. Tú, en cambio eres de los nuestros. Esto lo dice cierta noche de 1643 a través de una reja, frente al cementerio de la Catedral. Y esta voz de mujer tiene profundo eco en nosotros. Parece algo más que voz humana. Hoy como ayer es un llamamiento. El llamamiento de la tierra a la fidelidad de los hijos. Estamos unidos por vínculos poderosos a la tierra en que hemos nacido.

LA HISTORIA DE VENEZUELA ES UNA LENTA REVELACIÓN

Esa tierra tiene en nosotros súbdita revelaciones, y los que la desconocen arrastran una expiación inexorable. La historia de Venezuela es una lenta revelación. Páez no tenía a su espalda sino el horizonte, y dirá más tarde en su autobiografía, que “mientras existan pampas, llanuras y sabanas, se mantendrá vivo en el hombre el sentimiento de la Independencia”[21]. Esto no es simple expresión literaria interpolada por los secretarios. Páez lo sentía realmente, aunque no hubiese llegado a expresarlo. Es decir, lo sentían muchos como él.

En cierta ocasión, al tratar de bolivarianismo, de su verdadero significado, y de la necesidad de rescatar la figura del héroe del frío culto oficial, decía yo: “Venezuela dio a Bolívar, no Bolívar a Venezuela”[22] . Pero he aquí que el mismo Libertador lo dice cuando a su regreso del Perú parece hallarse de nuevo con Venezuela, con la verdad que hay en él: “Ella es mi madre, de ella ha salido mi ser y todo lo que es mío”[23]. Y a la esclava que lo amamantó con sus pechos llama también madre [24]. Toda una imagen verídica de Venezuela en esa esclava Hipólita que da el pecho a Simón Bolívar y él llama luego madre. El Libertador y Venezuela esclava. El destino de Venezuela ha sido superado por su propio Libertador y a veces Venezuela ha estado en lucha con él como los héroes de los tiempos fabulosos.

El licenciado Miguel José Sanz escribía una historia de Venezuela que se perdió con él en la jornada de Maturín. Aquella historia transportada a lomo de mula desde su hacienda de Capaya a las playas de Oriente. En ella sintetizaba los trescientos años que conducían hasta él o a su generación. De todas las historias de Venezuela, acaso fuera ésta de Sanz la más interesante. Porque ni escribía bajo el dictado de las autoridades realistas, como esa de Andrés bello cuyo fragmento conocemos por Juan Vicente González, ni bajo el de las autoridades republicanas. Todo lo que era en su tiempo injusticia y tiranía. Lo que escribe  Sanz no bien seguramente de su imaginación, ni de los libros que ha leído, es resultado de la observación del medio en que vive. Ni es tampoco menosprecio o desconocimiento del pasado, como suele decirse. Su crítica se dirige a combatir errores. Él ve en torno suyo el atraso de la provincia. La riqueza estancada, porque ahí conviene a los fines de la administración. El odio de casta. La fortaleza de privilegios erigida sobre la miseria común.

CON SANZ DESPUNTA EL PENSAMIENTO REFORMISTA

El mismo ha recibido su parte de halago y su parte de injusticia. Con Sanz despuntaba el pensamiento reformista que podía hallarse tanto en España como en América. La convicción de que esa reforma no podía hacerse sin que se operase un  cambio fundamental en la sociedad de su tiempo. Sanz  es el mismo que dos años antes ha dado a Miranda, en vísperas de su infeliz capitulación, este consejo sacado del discurso de Maquiavelo sobre Tito Livio: “Querer cosas extraordinarias con medios ordinarios es un desatino: es indispensable emplear los extraordinarios”. Son las mismas palabras que hoy nos dice la Historia. Sanz es un adelantado de la causa social, como lo es Roscio. Como lo son todos aquellos que en 1811 sirven la causa de un gobierno libre. No son, como se dice, repetidores de oficio, hombres que persiguen abstracciones, quimeras.

QUE HUBIESEN CIUDADANOS PARA QUE HUBIESE REPÚBLICA

No eran tan cándidos para desconocer la realidad. Quieren oponer a la división la realidad.  Comprenden que es preciso responder a la fuerza con la fuerza[25]. En definitiva, Bolívar no hace sino abrir camino al pensamiento de aquellos republicanos. Ellos luchan por un Estado más justo. Quieren librar la sociedad de la miseria, la ignorancia y la esclavitud. Desean convertir los fieles vasallos en  ciudadanos responsables. En otras palabras, que hubiesen ciudadanos para que hubiese Republica. En ellos comenzamos a oír nuestra propia voz. No se oye ésta en las aulas de la Universidad real y pontificia, en las manifestaciones de adhesión al monarca. En esa afectada compostura que es preciso adoptar cuando se mencionan palabras concernientes a grandes temas humanos. El pueblo podía existir antes.

El pueblo podía existir antes. Hace acto de presencia en las ejecuciones y en las juras reales.  Se hace mención de él en el acta de Cabildo.  Un pueblo dividido en castas, sin voz ni voto. Si ellos perseguían quimeras, son hermosas quimeras, y nada malo hacemos en perseguirlas a nuestra vez. Pusieron, es cierto, limitaciones a la soberanía popular. Pero cuando hablan de pueblo de Venezuela, cuando encabezan la Constitución con estas palabras. “Nos el pueblo de los Estados Unidos de Venezuela” le dan existencia política indiscutible. Abren la puerta a una aventura a un tiempo oscuro y luminoso.

HA FLORECIDO UNA ESCUELA DE HISTORIADORES QUE HALLAN EN LA COLONIA UN RÉGIMEN JUSTO

En los últimos tiempos ha florecido toda una escuela de historiadores que pretende hallar en la Colonia, no sólo motivos estéticos, la poesía del tiempo desvanecido, los mismos orígenes de la nacionalidad, sino un régimen justo, el más apropiado que pueda concebirse para los pueblos americanos. Sólo espíritus extraviados por las pasiones pudieron desconocerlo. De otro modo, aseguran, no habría surgido de  aquel mundo en sombras una generación tan extraordinaria como la del movimiento emancipador. Pero aquella generación lo fue porque obedeció su signo histórico, el de romper con el pasado. Rompía con el pasado y al mismo tiempo le era obediente. Se emancipaba en primer término de las rancias disciplinas con que habían querido sujetarla.

Para conocer lo que fue realmente el pasado colonial habría que preguntarlo a la misma España. Y España respondería por boca de sus hijos más esclarecidos. Los que allá como aquí han  combatido el error, la miseria, el atraso de España. Los que allá como aquí han sentido y sienten la necesidad de una renovación de la vida española. Los que allá como aquí han fracasado en ese intento  liberador. A ese espíritu español hecho para resistir a todos los vientos y a todos los siglos, que lucha y se exalta en medio de sus góticas penumbras, en sus prisiones y encantamientos. Y habría que preguntarlo a nosotros mismos.

EL PUEBLO NO PODÍA SER SINO TAL COMO LA COLONIA LO HABÍA HECHO

Cuando se mira en torno nuestro es fácil caer en observaciones más o menos semejantes a las que puedan hacerse en España. Basta tener abierto el entendimiento. Así, cuando se habla de la inmovilidad, del letargo, de las ruinas de la vida española, creemos hallar el espejo de nuestra propia existencia. Y es que ésta ha continuado desenvolviéndose dentro de ese molde arcaico. Síntomas de la enfermedad de allá, nos revelan la misma que padecemos. Las observaciones de Sanz que han llegado hasta nosotros con poca diferencia pueden hacerse hoy. Fernando de Peñalver se asombraba en el Congreso de Angostura del trabajo, de la cruenta lucha que había constatado, lo que él llamaba el triunfo del entendimiento sobre la alianza del despotismo con la superstición. Miseria, ignorancia y superstición son los frutos del régimen colonial. El pueblo  no podía ser sino tal como la Colonia lo había hecho.

LA COLONIA ES EL EJERCICIO DE TODAS LAS TÁCTICAS DEL DESPOTISMO

Los que hicieron la Independencia fueron a buscar sus razones en la historia de América y España. Sometieron a la crítica todo el andamiaje colonial. Si era justo o no esa crítica, lo dicen los alegatos de los americanos ante las autoridades de la metrópoli. Y hasta los mismos peninsulares que hicieron causa común con la Independencia. Consideran los colonialistas que todo el proceso colonial es un ensayo de libertad. Que los americanos eran preparados paternalmente para emanciparse. Y la Colonia es todo lo contrario. El ejercicio de todas las tácticas del despotismo.

Ya Oviedo y Baños en su mesurado lenguaje de fiel vasallo, al narrar lo acaecido con los regidores de Caraballeda en la elección de alcaldes de 1586, nos dice que “en las Indias no hay acción por justificada que sea, que no se califique por delito y gradúe por desacato, si se opone  aunque sea en sombras a la más mínima insinuación de un superior”[26]. Este es el sistema que prevalece en la Colonia.

Los ayuntamientos casi siempre terminan por inclinar la cabeza, y con razón la Junta Suprema de Caracas dirá a la Regencia de España, al exponer la razones que ha tenido para establecer un gobierno propio, “que el ministerio español no había  hecho otra cosa con los cabildos americanos, sino deprimirlos, despojarlos de la confianza  pública y someterlos a la vara despótica de sus agentes”.[27] En esta respuesta, fecha 3 de mayo de 1810, se cita parte de la famosa proclama por la que se declara a los españoles americanos “elevados a la dignidad de hombres libres”.[28]

Se atribuye la relajación de los vínculos que sujetaban el imperio a la difusión de las luces, a la expulsión de los jesuitas, al comercio con las Antillas o colonias extranjeras, a la adquisición de Trinidad por los ingleses, al confinamiento de unos reos de Estados con ideas republicanas a la guayra. A la independencia de las colonias norteamericanas y a la invasión de España por Napoleón. Tanto es el empeño  de buscar los motivos de la Independencia fuera del régimen colonial. Estas causas, sobre todo las dos últimas, pudieron crear el momento, el clima propicio a la emancipación.

Pero mucho más que los libros enseñaron a los  americanos los impuestos y monopolios y las trabas comerciales, las cargas que pesaban sobre sus hombros. Fueron éstas, y no precisamente los libros las que indujeron a la rebelión a Tupac  Amaru. A la propia defensa o a la “la guerra defensiva”, como el inca desventurado la llamaba. Lo fueron de la rebelión de los comuneros o de los comunes del Socorro que intentó propagarse a Venezuela. De la de Juan Francisco de León contra los guipuzcoanos y de la de los negros de Coro en 1795.

LA OPRESIÓN ES EL AGENTE MÁS EFICAZ DE LA LIBERTAD

Algunos historiadores quieren darle a estos movimientos un significado completamente ajeno a la idea emancipadora. Pero tienen razón los que ven en ellos sus antecedentes lejanos o inmediatos. La lucha por la libertad de comercio y las contribuciones abrumadoras socavan como  ninguna otra fuerza las bases del régimen colonial. Si se repasa la historia de todos los pueblos se verá que no necesitaron de libros o de reos de Estado cuando se les ofreció la ocasión de sacudir el yugo. La opresión es el agente más eficaz de libertad.

Ese régimen que  juzgan por sus leyes, sus institutos, por la existencia de una clase ilustrada, de una sociedad refinada en contraste con la miseria de las clases bajas, aparece menos brillante cuando se lo examina con ayuda de sus propios testimonios. En julio de 1781 el Ayuntamiento de Caracas describe al Rey el estado en que se halla Venezuela. La agricultura y el comercio languidecientes.  Casi toda la riqueza en poder de manos muertas. Las cosechas destinadas en su mayor  parte a pagar diezmo y contribuciones.[29]


Y esto en la época de la visita del conde Segur que los historiadores citan a menudo cuando quieren describirnos “la increíble y dichosa situación de la Provincia”.[30] Segur nos trasmite en sus memorias lo que a menudo se cuidan de citar los colonialistas. Las críticas que hacen los mismos funcionarios a su inepta y negligente administración. El contraste se observa entre las costas inglesas del norte y las españolas del sur.[31] El mismo deliberado estancamiento que puede observarse en algunos períodos contemporáneos.

BARALT NO ES UN ‘FRASEÓLOGO DEL PASADO’

Baralt ha trazado con exactitud y en sus grandes lineamientos, el cuadro de la Provincia en los años que preceden a la Revolución. No es Baralt como ha dicho otro ilustre historiador, un “fraseólogo del pasado”. A pesar de sus vaguedades y timideces,  de sus errores y deficiencias, de las limitaciones y del escaso tiempo de que dispuso para escribirlo, el resumen sigue siendo el mejor ensayo de historia venezolana hasta 1830. Lo es por el culto a la verdad que lo inspira y por la expresión que allí se acendra.

HUMBOLDT ENCUENTRA YA LA SOCIEDAD DIVIDIDA EN DOS PARTIDOS

Bolívar nace cuando ya la historia que las generaciones anteriores han experimentado en carne propia está ya pronta. El orden fundado por los conquistadores estaba caduco. Humboldt encuentra ya la sociedad dividida en dos partidos. Los que quieren la conservación de sus privilegios en la perpetuidad del orden viejo y los que desean el advenimiento de otro que asegure a los americanos  la posesión de sus derechos, sin la intervención de la Metrópoli. En su misma familia, Bolívar podía encontrar las dos tendencias. Antes de su nacimiento, ya su padre Juan Vicente Bolívar junto con Martín Tovar Ponte y Francisco Mixares de Solórzano, le han escrito a Miranda que están prontos a seguirlo como a su caudillo, y le prometen derramar su sangre “en causas honrosas y grandes”.[32]  En cambio, su primo don Juan Félix Aristeguieta le prepara un mayorazgo.

BOLÍVAR NO ESTÁ NI MÁS ACÁ NI MÁS ALLÁ DE SU ÉPOCA

Los acontecimientos se encargan de burlar tanta previsión. El heredero del vínculo no será el vasallo fiel, de ilustre estirpe, en una ciudad perdida en los inmensos dominios de la corona española, sino el caudillo de la Revolución americana. Bolívar recoge al nacer una herencia más espléndida que la de los caudales paternos. Se ha escrito mucho acerca de la prioridad de Bolívar sobre el medio. Se ha querido presentarle en dramático contraste. Por el contrario, responde completamente a sus necesidades y apremios. Su contradicción es sólo aparente. Ni está más allá, ni más acá de su época. Obedece a la señales, a la voces que vienen del fondo de los tiempos. Precisamente en Bolívar, su genio y su fortuna caen cuando ya no responde a las necesidades del medio.

EL ORDEN DE LOS LIBERTADORES EN CONTRAPOSICIÓN AL DE LOS CONQUISTADORES

Esta clase de hombres –caudillos, profetas, intérpretes, hombres históricos, o como quiera llamárseles- no han estado nunca desligados de su medio, de su país o de su época. Uno y otro se expresan en ellos. Bolívar comprende al momento lo que hay que hacer. Comprende que ante todo es necesario unidad. La misma unidad que hoy nos exige la historia. He ahí el genio de Bolívar, simple y complejo como una gota de agua. La obra encomendada por el pasado, la razón histórica de su país, valdrá más a sus ojos que las plantaciones de cacao y azúcar de los Valles del Tuy y de Aragua.   El Libertador aparece en un marco de ruinas  simbólicas. El orden de los libertadores en contraposición al de los conquistadores. El libertador encarna desde entonces al pueblo venezolano con todas sus excelencias y defectos. Titulo éste difícil de llevar. Es el momento de mayor audacia en la vida de Bolívar. Aceptarlo es un reto al tiempo, a la fortuna. Bolívar lo ciñe como una diadema y en lo sucesivo ya no será sino el Libertador.

TRAS BOLÍVAR SE HALLA UN PUEBLO ENTERO

También se habla de Bolívar como de un hombre sin pueblo. Pero ésta como tantas otras es una observación superficial.  Pues ¿de dónde salen esos soldados desnudos, descalzos, que no reciben paga, que acampan al raso en marchas interminables; los que acompañan al Libertador en las Antillas, en los congresos y en los consejos, todos esos hombres y mujeres que tanta constancia demuestran en la adversidad, tanta vocación de sacrificio? A poco que se reflexione se verá que tras de Bolívar se halla un pueblo entero.

No era sólo en las clases elevadas de la sociedad donde se manifestaba el descontento. En la época pre revolucionaria puede advertirse una sorda fermentación en todas las castas. Los llanos se hallaban prácticamente en rebelión antes de 1810. En 1797 ha estallado la conspiración  de Gual y España, bastante subestimada por los historiadores. No es todavía la revolución encabezada por los patricios. En ella se hallaban comprometidas personas de todas las clases. Había en ella médicos, ingenieros, abogados, sacerdotes, comerciantes, marinos, herreros, carpinteros, albañiles, zapateros, sastres, labradores, soldados, esclavos. Los patricios hicieron entonces manifestaciones de lealtad al monarca. En cambio la revolución de 1810 hallará en contra suya a un gran número de estas clases.

En su Biografía de Rivas, Juan Vicente González, señala en  parte las causas de esa división. “La revolución  -dice González-, debió parecer una secta de pensadores audaces: la servían las inteligencias más distinguidas, los personajes más notables”. Eran, en efecto muchos de ellos, los ricos, los propietarios, los nobles o mantuanos. El pueblo, una gran parte de la sociedad,  creía ver en ellos a sus naturales opresores. Hay todavía esta otra citada por el mismo González, de lo cual hablaba a Roscio, desde Londres, en 1811, el español J. M. Blanco White. “El país estaba lleno de europeos, propietarios poderosos, de empleados que dependían de sueldos y esperaban ascensos, de gente que amaba los empleos, porque no conocían los beneficios de la industria, de hombres, en fin que preferían la muerte al triunfo de la independencia”… Los Realistas, en efecto, fomentan la conspiración,  las decepciones, la guerra civil. Ofrecen a los esclavos insurrectos el botín de los blancos. Propagan que la Independencia es impiedad y herejía. Dios estaba de parte del Rey.

JUAN VICENTE GONZÁLEZ LLAMÓ A BOVES EL PRIMER JEFE DE LA DEMOCRACIA VENEZOLANA

Bajo la monarquía se decía Dios y el Rey y hasta se les identificaba bajo la denominación de “ambas Majestades”. Nuestro Dios y Federación es una reminiscencia de esas viejas fórmulas. En campos y ciudades se oye hablar de la diablocracia, “de las seducciones y engaños de los rebeldes”. Con Monteverde y Boves se lanzan sobre la ciudad donde estaba encendida la luz del espíritu. Bueno es recordar que no todos en las huestes de Boves, lo seguían espontáneamente. Bolívar a quien siempre hay que acudir como a uno de los historiadores de la Revolución, dice que por el terror Boves hizo godos a los patriotas. Y añade con su peculiar sinceridad que también por el terror se hacía a los godos patriotas. [33]    

Sin embargo, al hacer el retrato de Boves, Juan Vicente González  deja caer esta expresión: “el primer jefe de la democracia venezolana”. Los cesaristas ha hecho a menudo buen uso de esta frase. Vistas así las cosas, la guerra de la Independencia sería en primer término una lucha de clases. Es decir, la resistencia de las masas tendría también un sentido de libertad.

Durante trescientos años la Colonia acumula el combustible de ese vasto incendio. Hay, no obstante en esa expresión algo más que atisbo genial en las tinieblas de la guerra y la muerte. Juan Vicente González escribía esto en los mismos días de la campaña de Barinas, cuando los ejércitos constitucionales eran batidos por Zamora en Santa Inés. O tal vez le añadió a ese rasgo al publicar la Biografía en 1865.

El retrato de Boves en la Biografía tiene bastante semejanza con el que en distintas ocasiones hace de  Zamora. Este se le aparecía como el legítimo sucesor de Boves. La insurrección de las llanuras en 1859 evocaba en su mente la de 1814. Cerníase sobre él la sombra del movimiento popular que ha combatido con obstina vehemencia en los años que precede y siguen al período de los Monagas. En cierto modo representaba un papel semejante al de José Domingo Díaz en la Independencia. Porque no hay mucho de Díaz en nuestro Juan Vicente González. Podría decirse que es un Díaz  republicano.

Un Díaz ya convertido a la causa de la misma pasión, el mismo fuego. Un Díaz que a  la postre  ha comprendido su carácter profundamente venezolano. Uno se inclina a creerlo al familiarizarse con su obra, aunque  le forme proceso, como él mismo dice, al autor de los Recuerdos. Y no precisamente por el juicio que hace de algunos patriotas. Diríase que su protesta por aquellos acontecimientos se alimenta de otras más ocultas. Es el destino patético de los que quieren oponerse a la historia. Díaz va a morir en España, suspirando por la tierra que lo vio nacer, “el país más hermoso del universo”, según declara al final de su libro. Juan Vicente González, sin salir de Caracas será también un desterrado que va a sentarse con el pasado difunto bajo el árbol melancólico de las Mesenianas.

BOVES ES EL ESPÍRITU COLONIAL CONTRA EL CUAL VENEZUELA HA LIBRADO SU LUCHA

De 1814 a 1846 el espíritu venezolano ha ganado terreno. Juan Vicente González combate a veces el espíritu colonial. Su propio espíritu. Con todo, Boves no puede ser el primer jefe de la democracia venezolana, aunque sus soldados lo llamen taita e inscriba en sus banderas la palabra igualdad. Boves es la reacción colonial, el espíritu colonial, contra el cual Venezuela ha librado su lucha. Lo fue en todo caso Bolívar, aunque no creyese en la democracia, y aún  la considerase funesta como sistema de gobierno.

EN CAMBIO ZAMORA SÍ ES LA DEMOCRACIA VENEZOLANA

La mayor gloria de Bolívar está en haber quebrantado esa resistencia. En cambio, Zamora sí es la democracia venezolana, el pueblo que lucha por su liberación. Zamora recoge en sus banderas los ideales de 1811. [34] Boves es el principio antagónico de la libertad, o es, en todo caso,  como dice con más exactitud Juan Vicente González, la libertad negativa. En esa lucha la historia precipita la fusión de castas, la creación de un tipo, de un carácter. La traslada del marco estrecho de las ciudades un teatro realmente americano, el de la llanura y los grandes ríos, donde adquiera su verdadero sentido y grandeza verdadera.

LA TEORÍA CESARISTA DEL LIBERTADOR

En esa resistencia se ha creído hallar una predisposición atávica al despotismo. Los mismos liberadores encuentran que el pueblo no se halla preparado para gobernarse. Es preciso, aseguran, combatir primero los hábitos de la servidumbre. Es la teoría cesarista del Libertador. La gran mayoría de nuestros hombres públicos, salidos de las guerras civiles o de las conmociones populares ha estado conforme en esto. El pueblo invocado en las horas de prueba se convierte en blanco de las acusaciones de sus dirigentes.

PASAR DE LA SERVIDUMBRE PASIVA A LA TIRANÍA ACTIVA Y DOMÉSTICA

Sobre él descargan la responsabilidad de sus actos, hasta sus propios extravíos. No se puede pasar repentinamente, afirman, de la servidumbre a la libertad. Antes, indican, es preciso crear la costumbre. Se trata de pasar de una servidumbre a otra. O como decía el mismo Libertador, de la servidumbre pasiva a la tiranía activa y doméstica. Se establecía así entre el gobierno y el pueblo la misma separación que entre la Corona y el pueblo. De aquí una división tanto o más importante que la de patriotas y realistas. Y es la de los primeros   entre los partidarios del poder sin restricciones, a no ser las que puedan crear leyes más o  menos ficticias, y los civilistas, legalistas o constitucionales. La de los teóricos de la libertad y los teóricos del despotismo. Consideran  estos que nos hallamos sometidos a leyes inexorables.  A caminos ya trazados por los sociólogos que han definido las causas de la tiranía y la libertad entre los pueblos. Clima, raza, herencia, deponen contra nosotros. Llaman a los primeros teóricos, ilusos, ideólogos, “constructores de quimeras”,  lo cual  es salir de una teoría para caer en otra. Unos y otros podrían señalarse iguales o parecidos fracasos.

UN PUEBLO QUE PASA DE UN DESPOTISMO A OTRO NO PUEDE ADQUIRIR HÁBITOS DIFERENTES

Las costumbres no se adquieren sino con el ejercicio de ellas, y si un pueblo sale de un despotismo para caer en otro no puede adquirir hábitos diferentes. Francisco Xavier Yánez se refiere a esta división al reseñar los acontecimientos de 1814. Es el momento en que la República proscrita se halla en las playas de Oriente y Bolívar se embarca para la Margarita en uno de los veleros de Bianchi. “Los que seguían de buena fe la retirada, dice Yánez, se dirigieran a Carúpano y Maturín arrastrando trabajos increíbles. Los adictos al poder sin restricciones, al gobierno militar, siguieron a Bolívar y a Mariño. Entonces se manifestaron sin rebozo ideas contrarias a los principios del gobierno popular representativo, proclamados desde 1810 en todos los Estados” [35] pero ésta es observación fugaz en la pluma de Yanes. Por lo común los historiadores omiten esta división. Los que siguen la  tendencia militar van hasta el Cuzco. Venezuela desaparece en esa expedición continental. En la otra se confunden luego republicanos y realistas. De ella se deriva la reacción  contra Bolívar.

Los historiadores en su mayor parte han demostrado predilección por los primeros. Han dejado casi en olvido a esos proscritos que en patíbulos y prisiones, en Caracas y en Guadualito, en las costas de la Guiria y de Cariaco, en la Margarita y en Río Hacha mantienen bajo sus tiendas el fuego de las ideas republicanas. El congreso de Angostura es,  en suma, una concesión a esta opinión dispersa. Peñalver lo aconseja al Libertador a orillas del mismo río Orinoco. [36] 

EN ANGOSTURA SE CREÍA NECESARIO DEMOSTRAR LA INEFICACIA DE LA CONSTITUCÓN DE 1811

En Angostura se creía necesario demostrar la ineficacia de la Constitución de 1811. Contra ella Bolívar emplazaba su dialéctico. Roscio, que ha escrito en su discurso de los derechos del hombre y del ciudadano: “Conferir a uno solo el poder es precipitarse en la esclavitud, con intención de evitarla”, se hallaba en el Congreso. Allí escucha de labios de propio Libertador estas palabras, dirigidas sin duda a los contrarios, algunos de ellos promotores del congreso de Cariaco: “Pisitrato usurpador y tirano fue más saludable a Atenas que sus leyes y Pericles, aunque también usurpador, fue le más útil ciudadano”. Este debate alcanzo su fase  más descollante entre Bolívar y Santander en lo postreros días de Colombia.

LA RAZÓN DE BOLÍVAR ERA LA ANARQUÍA
LA DE SANTANDER ERA QUE LA VIOLENCIA DE LAS LEYES
HARÍA CRECER LA ANARQUÍA

Viene a ser como la puerta de marfil y la puerta del cuerno por donde según los antiguos salen los sueños falsos y los sueños verdaderos. [37] La razón de Bolívar era la anarquía que amenazaba devorar los países recién constituidos. La razón de Santander era que la violencia de las leyes existentes daría mayor fuerza a la anarquía.  Justificaría un golpe después de otro, y esa violación amenazaba la propia gloria del libertador. Este no tenía mayor confianza en las leyes existentes.  Pensaba que la dictadura era la tabla o arco de salvación. Destetaba los congresos que consideraba reunión de pedantes y de necios.[38] Frente a su idea dictatorial está el gran movimiento de las ideas liberales que se ha extendido en Colombia. Santander se oponía a la presidencia vitalicia  de la Constitución Boliviana. Consideraba que cuando más podía serlo el Libertador. Ninguno más después de él.

A Bolívar le sorprendía   que esos viejos realistas, o “los esclavos de Morillo”,  como los llamaba, que eran antes enemigos de la libertad, la invocasen ahora contra sus propios libertadores. Creía que todo volvía al caos. Lo que llegaba era la lucha de un pueblo por constituirse. Mientras este debate se proseguía en los campos de batalla, con breves interregnos de paz, se efectuaba en todos los dominios de la técnica y del pensamiento humano una revolución de incalculables consecuencias.

HOY COMO AYER SE LIBRA UNA BATALLA ENTRE EL PASADO Y EL FUTURO

Henos aquí en la ruta de la libertad. “Un orden de más grandes hechos se abre delante de mí.[39] El observador superficial vera en nuestro siglo XIX  una época fecunda en tiranías que se suceden con terrible fracaso. No lo que es, en realidad, la liquidación de la Colonia y de su etapa final, la guerra a muerte. En medio de tantos desastres e infortunios, los de aquella generación llegaron a pensar que la patria concluía en ellos. Pero este siglo que se prolonga hasta en nuestros días despierta ya en nosotros apasionado interés. Venezuela heroica no está sólo en las batallas de la Independencia, sino también en ese largo y oscuro combate que le sigue.[40] Hoy como ayer se libra una batalla entre el pasado y el futuro. Hoy como ayer se trata de la libertad. Pero la libertad no es la anarquía. No es mortal disgregación. La libertad ha de tener un objetivo  y una conciencia para defenderla.

LA LIBERTAD SÓLO PUEDE SER OBRA DE UN PUEBLO, ESA MAGNÍFICA FUENTE DE HISTORIA

Libertad es la conquista de la tierra abandonada. Es pan, campos labrados, industrias, arte, ciencias, trabajo, desenvolvimiento de las facultades humanas, voluntad de vivir, preparación del futuro, lucha y continuo deber. La libertad sólo puede ser obra de un pueblo, esa fuente magnifica de historia. Miseria, ignorancia y esclavitud, decían los hombres de 1811 cuando señalaban sus más obstinados enemigos. Todavía tales monstruos señorean en medio de nosotros, y el que los combate realiza un acto de libertad.

Poseemos todos los elementos que necesitan los pueblos en su lucha por la existencia, sin disponer de ninguno. Aquellos solitarios investigadores dispersos en ciudades y aldeas de  Venezuela a fines del siglo XVIII, de cuyas vigilias nos llega un rumor de noches estrelladas, no hacían con sus rudimentarios trabajos si no expresar un deseo de libertad. Lo es también la sed de vedados conocimientos que se halla en el fondo de la Colonia. Bolívar habló un día de vencer a la naturaleza. Sí, es preciso someter la naturaleza. Esa victoria, que no significa destrucción, requiere suma inmensa de trabajo, y de ciencia.

EL IDEAL DE LIBERTAD ES LA HISTORIA MISMA DE VENEZUELA

Así brillarán a nuestros ojos las  puertas del Dorado. En los grandes combates que han de librarse, mayores todavía que los de los siglos XVI y XIX, la causa de Venezuela no puede estar sino al lado de la libertad. Ella es como el árbol maravilloso hallado por los conquistadores en las selvas tropicales. El árbol que cura las heridas. Tácito advierte la relación entre los grandes historiadores  de Roma y los tiempos de libertad, cuando la historia fue la obra del pueblo romano. La desaparición de aquellos, cuando la condición de la paz vino hacer el poder de uno solo. [41] Este ideal de libertad  es la historia misma de Venezuela.  Y he aquí que nosotros debemos proseguirla.




NOTAS


[1] Hegel dice: “Las naciones son lo que son sus hechos”. Un inglés dirá: somos un pueblo de navegantes y disponemos del comercio del mundo; las India orientales nos pertenecen; tenemos un parlamento, jueces, etc. Antes de Hegel, Montesquieu desarrolla este pensamiento en la siguiente forma: “Aunque todos los estados tienen por lo común un mismo objeto, el cual no es otro sino el de su conservación, cada uno tiene en sí mismo uno que le es peculiar. Roma el de su engrandecimiento; Lacedemonia el de la guerra; la religión el de las leyes judaicas; Marsella el del comercio; la tranquilidad pública el de las leyes de China; la navegación el  de las leyes Rhodianas; la libertad natural el objeto de la política de los salvajes; en general, las monarquías  su gloria y la del estado; la independencia de los particulares es el  objeto de las leyes de Polonia, de lo cual resulta la opresión de todos. “De L´Esprit des Lois,   lib. XI, cap. VI.   
[2] En el siglo XIX, Buckle ha de expresar lo que era ya evidente a Tucídides: “las acciones humanas bajo las mismas circunstancias, tendrán los mismos resultados”.  (Buckle, History Of. Civilization in England, vol. I,  cap. I)
[3]  V.  Roland Dennis Husey, The Caracas company 1728-1784.
[4]  Relación del obispo Rodrigo de la Bastidas. Bibl. de la Academia Nacional de la Historia.
[5]  Representación al Rey del Cabildo, Justicia y Regimiento de la ciudad de Caracas, 10 de mayo de 1779.
[6]  Doctor José Santiago Rodríguez, Contribución al Estudio de la Guerra Federal en Veniezuela,  tomo II. Este documento está fechado en Caracas, a 22 de noviembre de 1861. Los redactores invocan el ejemplo de la intervención europea en México y aseguran que “los propietarios y los hombres de inteligencia” son partidarios de este traspaso del territorio, pero no lo hacen por el temor que los inspiran los demagogos y el desenfreno de las masas. En su lógica los autores encuentran vituperable que un pueblo quiera oponerse a la desmembración de su territorio.
[7]  En 1682, Juan Sánchez Borrego, vecino de Caracas, en comunicación dirigida a Madrid, informa que una de las causas de las invasiones del enemigo son los caminos abiertos por los habitantes en las costas para  la compra de esclavos y el trato ilícito. (Archivo del Ayuntamiento)
[8] Ya otra ciudad de México, Quitavacla, había recibido por la misma causa el nombre de Venezuela. ANTONIO DE SOLIS, Historia de la  Conquista de México, Lib. III, cap, IX.
[9] Esta capitulación se efectúa en Madrid a 27 de marzo de 1528, Ehinguer y Sailer la traspasan a Bartolomé y Antonio Belzar. V. Historia de Venezuela por Fray Pedro de Aguado. Prologo y notas de Jerónimo Becker. Madrid, 1918.
[10] “Al tiempo de su conquista era habitada esta provincia de innumerable gentío de diversas naciones, que sin conocer monarca superior que las dominase todas, vivían rindiendo vasallaje cada pueblo a su particular cacique; pero después de las mudanzas del tiempo y de la continuada extracción de indios, que por espacio de más de veinte años se hizo para las islas de Barlovento, y otra partes, la consumieron de suerte, que el día de hoy en ochenta y dos pueblos, de bien corta vecindad cada uno, apena mantienen entre las cenizas de su destrucción la memoria de lo que fueron.” (OVIEDO Y BAÑOS, Historia de la Conquista y población de la Provincia de Venezuela, Lib. I, cap. I) El obispo Rodrigo de la Bastidas dice al Rey que los indios “han venido en tanta disminución que las dichas islas y tierras están despobladas”. (Doc. Cit. Bibl. de la Academia NAC. De la Hist.)
[11] El servicio personal de los indios, o sea el tributo directo a sus encomenderos, dura hasta el 20 de mayo de 1686, cuando se dirige real cédula al gobernador Diego de Melo Maldonado para oprimirlo en la provincia, “por los graves daños y perjuicios que se seguían de él”. Habían pasado unas cuantas generaciones de indios que no supieron sino de dicho “servicio personal”, causa de tantos “graves daños y perjuicios”. El Rey fija el tributo de los indios en seis pesos a los que habitasen en las cercanías de Caraca y diez lenguas en sus contornos. Y cuatro pesos a los que habitasen la tierra adentro, pudiendo haberlo en dinero y en fruto. De este tributo se habría de pagar la Doctrina o doctrinero, además de cuatro reales al año para el salario de los corregidores españoles. La  tasa o jornal del trabajo del indio se fija en dos reales al día por cada indio. Los varones pagarían el tributo desde los 18 años hasta los 60 y las mujeres desde 18 hasta 50. Y así pasan otras muchas generaciones. Los caciques estaban encargados de recaudar el tributo y de pagarlos a los corregidores. Debía pagarse por San Juan de junio y pascua de Navidad.  El indio soltero o viudo -para mayor equidad- pagaría medio tributo. De este también se apartaría para la pensión general del presidio  de La Guayra y la clase de gramática. La Junta del 19 de abril de 1810 abale el tributo de los indios. Bolívar lo restablece en 1828.
[12] HUMBOLDT, Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente. Lib. VII, cap. XXII.
[13]  Los europeos se escandalizan de los sacrificios humanos acostumbrados en México. Pero en la misma época, en Europa, se queman herejes  con la mayor naturalidad, sin asombrar a nadie. Carlos V y Francisco I rivalizaban en esto y Felipe II inaugura su reinado con el más pomposo acto de fe que jamás se haya visto. Efectuose en Valladolid el 8 de octubre de 1559. (V. Historia de España, por la Fuente, cap. II, lib. II) Las persecuciones religiosas en Europa con sus quemas de herejes y vandálicas devastaciones, rivalizan con cualesquiera otras de los pueblos llamados bárbaros.
[14]  “No somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos por derecho, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer contra la opresión de los invasores; así nuestro caso es el más extraordinario y complicado” Bolívar, Discurso de Angostura.
[15]  Carlos Pereyra se mofa del pañuelo que Miranda distribuía durante su invasión de las costas de Venezuela en 1806. En este pañuelo se hallaban estampados letreros, retratos y alegoría. “¡Todo esto cabía en aquel maravilloso pañuelo!”, dice Pereyra, Breve historia de América.
[16] V. entre otras Instrucción General y Particular del estado de la Provincia de Venezuela en los años 1720 y 21, dedicada al Excmo. Señor don Jorge de Villalonga, conde la Cieba, y compuesta por don Pedro Joseph de Olavarriaga juez de comiso y otras intendencias del Real servicio, etc.
[17]  JOVELLANOS, ELOGIO de Carlos III, 1788.
[18] Actas de Cabildo, Informe del regidor Francisco Antonio Arrieta con motivo de los repartos del tribunal de contaduría mayor a las cuentas del mayordomo de rentas y caudal de propios. 17 de junio de 1782.
[19] Esta expresión “Padres de la Patria” o “Padres de la República”, se encuentra mucho antes de la Intendencia en las actas de Cabildo de Caraca. V. Actas de 1 de enero de 1715, 10 de mayo de 1776 y 18 de enero y 8 de junio de 1782. También se lee en la de 28 de enero de 1799.
[20]  Andrés Ponte, Fray Mauro de Tovar, 1945.
[21]  Páez, Autobiografía, Int. IX.
[22]  E. B. N., Bolivarianismo (Signos en el Tiempo). El Universal, 8 de marzo  de 1939.
[23] Vicente Lecuna, Cartas del Libertador. Bolívar a Páez. Bogotá 15 de noviembre, tomo VI.  
[24] Id. Id.  Bolívar a su hermana María Antonia. Cuzco, 10 de julio de 1825, tomo V.
[25] Juan Germán Roscio, Discurso sobre los derechos del hombre y del ciudadano. Documentos para la Vida  Pública del Libertador, tomo III.
[26] Oviedo y Baños, lib. VII, cap. VIII.
[27] Lo mismo se dice en el Acta de la Independencia: “Para sofocar y anonadar los efectos de nuestra representación, cuando se vieron obligados a concedérnosla, nos sometieron a una tarifa mezquina y diminuta, y sujetaron a la voz pasiva de los Ayuntamientos degradados por el despotismo de los gobernadores, las formas de la elección…” Esto de la degradación de los Ayuntamientos no es una frase. Puede comprobarse con numerosos documentos de tres siglos.
[28] Proclama de la Regencia de España a los americanos, 14 de enero de 1810. V. Documentos, tomo II , pág 409.
[29] La renta eclesiástica en la sola provincia de Caracas alcanza a 150.000 pesos. El convento de las Concepciones acumula más de 510.000 pesos. Los valles donde se cultivan dos, cuatro y seis leguas a costa de indecibles trabajos y fatigas producen de ocho a diez mil pesos de diezmos. Para pagarlos se ponen en subasta casas, alhajas y haciendas, y no hay quien las compre. Los habitantes emigran para escapar a tantas obligaciones. De 1772, cuando se establece el comercio libre del mar del sur, la exportación de cacao disminuye de veinte mil a dos mil fanegas y deja de entrar medio millón que se giraba por este comercio, etc. Informe del Ayuntamiento de la pretensión de los trinitarios para venir a establecerse en Caracas. (Arch. del Ayuntamiento) V. La Ciudad de los Techos Rojos, por E.B.N.
[30] Juan Vicente González, Biografía de Martín Tovar.
[31] Conde Segur, Mémories ou Souvenirs et Anecdotes, 5ª ed., París 1843. Segur llegó a Caracas a fines de febrero de 1783, pero no hay razones para creer que en dos años la situación hubiese cambiado. Otros informes del Ayuntamiento la describen en términos más o menos semejantes a la de 1781. Dauxion anota la misma diferencia entre las colonias españolas y las francesas, holandesas e inglesas. (J.J. Dauxion Lavayse, Voyage aux iles de Trinidad, de Tobago, de Marguerite et Venezuela, París, 1813.
[32] Archivo Miranda, tomo I.
[33] Bolívar a Páez. Caracas, 20 de marzo de 1827. Cartas del Libertador, tomo VI.
[34] En su orden general de 23 de febrero de 1859, Zamora invoca la Constitución de 1811. Lo mismo hace en su manifiesto del 7 de marzo al ejército y la armada. “Viva para siempre la memoria  de los patriarcas de la Independencia, de los hombres de 1811, los que en la acta gloriosa dijeron a los pueblos ¡Federación! ¡Que se cumpla, pues, después de tantos años!”.
[35] Yánes, tomo I.
[36]  Cartas del Libertador. Bolívar a Peñalver. Guayaquil 30 de mayo de 1823, tomo III.
[37] Virgilio, Eneida, lib. VI.
[38] Bolívar a Santa Cruz. Pasto, 14 de octubre de 1826 (Cartas del Libertador) A Santander, Ibarra, 8 de octubre de 1826. A Santander, Pasto, 14 octubre. A Santander, Neiva, 5 de noviembre de 1826, tomo VI, etc.
[39] Virgilio, Eneida, lib. VII
[40] Notas sobre Historia Contemporánea, E.B. El Universal, agosto de 1942.
[41] Historias, lib. I.


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